Aunque los volúmenes aún no son alarmantes, la importación de carne marca una tendencia inédita en un país con consumo en caída y dólar barato.
En el país del desquiciado y corrupto: En la tierra del asado, las políticas de Milei hicieron importar carne por primera vez en décadas
En un país históricamente identificado con la carne vacuna, donde el asado no es solo un plato sino un símbolo cultural, la paradoja se vuelve evidente: mientras el consumo local se derrumba a niveles que no se veían hace dos décadas, Argentina comenzó a importar carne desde Brasil. No se trata aún de grandes volúmenes, pero sí de un síntoma claro del reordenamiento que provocaron las políticas económicas del gobierno de Javier Milei, especialmente el sostenimiento de un tipo de cambio apreciado y la apertura casi total de las importaciones.
La carne brasileña llegó al país con fuerza en el primer semestre de 2025: el promedio mensual de importaciones fue de 1.033 toneladas, frente a apenas 24 toneladas en igual período de 2024, según cifras oficiales de Brasil citadas por la consultora AZ Group. Se trata de un récord estacional desde 1997, aunque representa una fracción ínfima si se compara con las 250.000 toneladas de producción mensual argentina. Sin embargo, su importancia no radica en el volumen ,sino en lo que revela: importar se ha vuelto más rentable que producir.
“Como Argentina se ha vuelto más cara en dólares, se abrió la puerta para importar carne brasileña a precios competitivos”, explicó Diego Ponti, analista del mercado de carnes de AZ Group. La apreciación del peso, producto de la política monetaria del gobierno, encarece los costos internos en dólares y permite que productos del exterior entren a precios más bajos. En palabras de Ponti, se trata de “operaciones puntuales de compradores cercanos a la frontera o frigoríficos con plantas en ambos países”, pero el fenómeno ya genera ruido.
La situación es consecuencia directa de la búsqueda oficial de frenar la inflación a través de la contención cambiaria. Hoy, con un dólar oficial rondando los 1.360 pesos, las importaciones se abaratan artificialmente, lo que distorsiona el mercado local. A esto se suma el desplome del consumo de carne vacuna, que ha caído por debajo de los 50 kilos anuales per cápita, un nivel que no se registraba en más de 20 años. Para un país que supo liderar el ranking mundial de consumo de carne, el dato es alarmante y pone en evidencia el deterioro del poder adquisitivo.
Desde el sector exportador, algunos actores buscan bajar el tono. “El volumen de importación es poco significativo frente a la producción. No es un problema para la producción nacional”, aseguró Fernando Herrera, presidente de la Asociación de Productores Exportadores de Carne (APEA). Aún así, reconoció que se importa “carne barata” destinada a manufactura y que el movimiento no debería generar alarma si se mantienen los controles sanitarios.
Más allá del debate técnico, lo cierto es que el precio de la carne sigue siendo uno de los temas más sensibles en la agenda pública. Solo en junio, aumentó 53% interanual en el Área Metropolitana de Buenos Aires, por encima del 39% de la inflación general. Con elecciones legislativas en el horizonte, el impacto en el bolsillo de los consumidores se vuelve central, y la paradoja de importar carne en el país del bife podría tener consecuencias políticas.

